sábado, 8 de diciembre de 2012

Apoteosis empática


La gente no se entiende, esto es un hecho. Habrá cientos de razones, una de ellas es porque no queremos entendernos, pero desde luego es algo cada vez más común. Pienso que el problema debe de ser que cada vez estamos más locos y eso provoca que nuestros caminos cada vez se ramifiquen y se separen más, y que igual por eso nos cuesta entendernos. Tampoco deben de ayudar muchos los prejuicios, como ya conté en "Juicios y prejuicios", es mucho más fácil empaquetar a alguien en una conducta y olvidarnos de esa persona que realmente pararnos a ver qué sucede.

A lo largo de mi corta vida yo también he aprendido muchos vicios de estos que nos enseñan en todas partes y que vemos en la televisión y, peor todavía, en nuestras casas, y creo que uno de estos vicios, igual uno de los mayores, es la empatía. Considero que es una de las grandes culpables de que las personas estemos cada vez más lejos. La gente de mi generación (no sé las anteriores ni las posteriores) seguro que deben de preguntarse si me he vuelto loco, ¡con la de horas de educación para la ciudadanía (o como leches se llamara) que dimos para aprender a ponernos en el lugar de los demás!

Todo eso no es más que bazofia psicológica con la que crecimos, mentiras que nos contaban para dormir mejor. La empatía no existe, es una ilusión que nos enseñan para creernos mejores y para descartar rápidamente a las personas. Es un bicho que nos hace creernos con el derecho de decir a los demás cómo deben vivir su vida, señalarle los errores que cometen y mirarles con aire de “yo lo haría mejor que tú” rodeados siempre de nuestra aura de sabiduría imaginaria y gilipollismo extremo.

Mirad, usando dos polos opuestos: una persona que no haya pasado hambre no puede aconsejarle a alguien marginado cómo debe vivir su vida, no puede pensar “yo en su lugar sería capaz de salir de ahí, no me drogaría, ni me vería robando”, ni mirarle con desprecio por caer en la drogadicción, simplemente no puede, el ser humano es completamente incapaz de ponerse por completo en el lugar de otro, sentir lo que la otra persona, y vivir lo que le ha llevado hasta ese punto. Pero no hace falta irse tan lejos, dos compañeros de escuela que estudien lo mismo desde niños tampoco pueden. Cada persona es distinta, sus condiciones, sus sentimientos, su sensibilidad, su entorno, pueden ser radicalmente opuestos. La empatía está siempre equivocada, incluso entre hermanos gemelos.

Los ricos gobiernan sin entender a los pobres, los pobres no dejan de asombrarse con las decisiones que se toman, y cada vez unos están más lejos de los otros, en todos los aspectos. Es evidente que no funciona.

Puede usarse para bien, para entender qué puede sentir otra persona, sabiendo que jamás lo entenderemos completamente, pero aún así ser capaces de ayudar, pero no puede usarse para dar lecciones a nadie. Yo me he encontrado personalmente a este tipo de personas, las llamaremos “oportunistas sangrientos” por usar un nombre así transgresor. Bien, pues estas personas son un tipo de personas que desaparecen cuando necesitas ayuda de cualquier tipo, se esfuman cual ninja, rata o murciélago, pero que, aunque tú no las veas, siempre te vigilan desde su oscuridad, o desde los cielos en los que creen estar, esperando el momento en que huelen sangre, tu momento de debilidad, entonces aparecen de la nada como si de un truco de magia se tratara para hacerte un juicio en el que no tendrás abogado, creyendo que lo saben todo de ti y que, por supuesto, tú eres un idiota que no sabe nada y debes seguir el camino que ellos te enseñarán.

Todos lo hacemos, o todos lo hemos hecho en algún punto de nuestras vidas, mirar a alguien y pensar “¿Pero cómo puede actuar así? ¿No ve que la está pifiando? ¿Qué está haciendo con su vida?” y otras cosas peores que cada uno podéis reflexionar. No sé si es por sentirnos superiores, o porque no sabemos hacerlo de otra forma, pero estamos tan equivocados… Toda conducta tiene su explicación, y si no la sabemos ver, es que no somos lo suficientemente inteligentes, o que no hemos querido mirar con la suficiente atención. Y a lo mejor sí, oye, a lo mejor tú en la situación de la otra persona lo harías mejor, puede ser, pero nunca lo sabremos porque no es tu situación, y honestamente, ¿a quién cojones le importa?

No niego que sea posible que exista gente triste, mala, perezosa o antipática por naturaleza, habría que preguntarle a Punset para estar seguros. Pero de lo que estoy seguro es que la mayoría de personas desarrollan esas conductas por una causa, no son así por el aire, siempre hay una razón, y nadie tiene derecho a juzgar a otra persona sin mirar antes muy dentro y ofrecer toda su ayuda, y puede que ni siquiera entonces. Además se da el caso de que las personas con más capas, como intenté explicar en “Miedo”, suelen ser las más sensibles, y su forma de evitar a los mencionados vampiros no brillantes, de protegerse, es la antipatía, la distancia, o, si se sienten menos fuertes, la tristeza extrema o la depresión, llegando a puntos que no me atrevo ni a averiguar.

Ojalá pudiéramos ver en lugar de mirar, ojalá nos fijáramos más, ojalá existiera de verdad la empatía y pudiéramos por un momento estar en la situación de la otra persona, ojalá hubiera menos chupasangres y más donantes, ojalá nadie estuviera solo nunca más, ojalá esta reflexión personal le sirva a alguien para preguntarse “¿por qué?” la próxima vez, y entonces esto que escribo habrá merecido la pena.

City of Ember – “Fíjate en lo que nadie se fija y verás cosas que los demás ignoran.”

¡Si has pasado por aquí y te apetece, salúdame, por la vía que quieras!

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