Esto de las fiestas tiene su lado positivo, ¿eh? Yo al menos lo veo así, me
sirven para ver más a gente que veo poco, por las razones que sean, e incluso
reencontrarme con gente con la que perdí el contacto a lo largo de los años.
Uno de estos días de fiesta, después de una comida familiar, tomando algo
por el pueblo, me encontré con un amigo, y me encontré en una de estas
situaciones inesperadas que hacen que me congele un poco. Resulta que se me
acercó un ex compañero de clase, con el que no nos veíamos desde hace años y
empezó a hablarme de cómo se había quedado solo. La historia así rápido es la
de siempre, después del instituto cada uno hace su vida y yo además me mudé,
así que dejamos de hablar, con él y con muchos otros.
Bueno, el caso es que al parecer, bajo su criterio, de alguna forma me
echaba en cara haberme mudado, y que hubiéramos perdido el contacto, entre
risas me dijo “claro, es que me abandonaste aquí y mira en lo que he acabado,
si miras alrededor tú dime de estos que están por aquí, ¿quién no se mete
algo?”. Éramos bastante amigos, pero no teníamos el mismo rollo, no nos costó
separarnos en aquellos tiempos, así que supongo que simplemente me lo echaba en
cara a mí porque yo no estoy en el mundo en el que están las personas a las que
se refería.
Me quedé de piedra, la verdad, mientras no reflexioné y me di cuenta de que
de ninguna forma eso podía ser culpa mía me sentí la peor persona del mundo,
pensé que ya no podría ser Batman, que mientras yo vivía mi vida él era infeliz
porque yo no estaba. Cada persona es capaz de definir su destino en gran parte,
por lo tanto sólo él lo decidió, nada que ver tengo yo ahí, pero os cuento todo
esto para hablaros de lo que realmente me vino a la cabeza.
Y es que hay algo en lo que él tenía razón: tu entorno te condiciona. Si no
estás a la moda, te sientes mal, si no tienes WhatsApp, no eres nadie, y así un
largo etcétera. Si todo el mundo se mete algo, y tú no, no estás en la onda, y
a ciertas edades eso puede ser peligrosísimo. No pude evitar acordarme de
Cándido, un hombre que aparece en el episodio de Maria Victoria Molins de “El Convidat” y explica que al llegar a Barcelona no tenía a nadie, sólo a un primo
suyo, y como él y sus amigos se metían, pues él también cayó, y eso le arruinó
la vida. Pero sobre las drogas ya hablaremos más adelante, les pondremos cara y
nombre a las experiencias, ya veréis…
Donde más golpea esto es en los adolescentes, si tenéis a alguno en casa, o
cerca, lo sabréis. Ellos tiene clarísimo que una camiseta de marca es mejor que
una que no, o que un iPhone (otra vez con Apple, ¿tío?) mola más que cualquier
otro móvil, aunque no sepan explicar el por qué.
Pero hasta cierto punto, que lloriqueen por cosas caras o de marca no es un
problema. El problema aparece cuando son cosas más graves. Me rompería el
corazón que mi hijo cayera en las drogas porque su grupo de amigos se droga y
si él no lo hace se queda solo. Lo entiendo, si te paras a pensarlo un poco, lo
entiendes, sacrificas cosas a cambio de estar en la onda, de no sentirte solo,
de no ESTAR solo, qué mierda. Cuántas madres hemos oído decir que su hijo era
buena persona, pero que iba con malas compañías…
Qué miedo nos da estar solos, ¿no? Algo me dice que esto no es exclusivo de
los adolescentes, y me hace preguntarme por qué. Supongo que porque así nos lo
han vendido, así lo hemos aprendido todos, un crío que no tiene amigos es un
marginado, objeto de burla a menudo. Alguien que no tiene pareja a partir de
cierta edad hace que todo el mundo se ponga nervioso y se oyen susurros. Si no
tienes el nuevo móvil guachipepino igual no puedes hacer fotos al cocido de tu
abuela para subirlas a instagram y luego el finde no podrás enseñárselas a tus
amigos cuando ellos te enseñen las suyas.
No lo sé, tendré que vivir más tiempo para averiguarlo. Hay que llevar
cuidado con esas cosas, en un mundo ideal todo el mundo encontraría su lugar en
el mundo y nadie se sentiría solo, pero en este las cosas no van así. Esta es otra de las cosas que me hacen mella, porque aún no sé me ha
ocurrido la forma de solucionarlo, y es algo que está pasando ahora, mientras
escribo, mientras lo leéis, alguien lo pasa mal. Es no sé, como si tuvieras una gotera que te cae en
la frente y no pudieras taparla.
Me leen varios adolescentes que yo sepa, y muchos jóvenes, así que el
mensaje es que no os sintáis solos por no hacer lo que todo el mundo hace,
nuestra grandeza como personas reside en ser únicos, no en ser iguales. Y si
algo que pasa en vuestro entorno no os gusta, no lo hagáis, no os sintáis
presionados, habladlo en casa o cambiad de entorno si hace falta, aunque no
mole. Lo que todo el mundo hace casi nunca es lo correcto.
Y si sois padres contratad a un detective privado, o perseguid a vuestros
hijos de árbol en árbol por las noches, yo qué sé. Igual también podéis
educarlos correctamente y no dejéis que se sientan solos. Si os mandan a la
mierda y os dicen “déjame en paz” os fastidiáis pero no dejáis de preocuparos,
los adolescentes son así. Ved menos la tele a la hora de comer, contadles
vuestra vida si es mala para que sepan lo que no hacer, y aprended lo que no
sepáis para enseñárselo.
Nos pasamos el maldito día quejándonos de lo mal que van las cosas, y no
nos damos cuenta de que cada cosa que hacemos tiene un efecto. Sacrificamos
cosas para que nuestros hijos tengan una “vida mejor”. ¡Y un huevo! Un móvil
caro que vas a pagar en 12 meses (más IVA) no hace la vida de tu hijo mejor,
aunque ponga cara de felicidad al abrir la caja, si no peor si no le has
enseñado el valor de las cosas. Veo a dirario padres que enseñan a sus hijos valores
opuestos a los que ellos creen sólo porque así es el mundo, porque es lo que
todo el mundo hace, y luego se quejan de que sus hijos son materialistas y los
miran con asco. Y dirán entre suspiros: “qué mal está el mundo…”. No te jode…
Charles Darwin – “La historia se repite. Ese es uno de los errores de la historia.”
¡Si has pasado por aquí y te apetece, salúdame, por la vía que quieras!