martes, 29 de enero de 2013

Carta a un amigo


Desde que nuestros caminos se separaron mucho ha cambiado mi mundo. Me siento mejor que la última vez que nos despedimos, creo que conozco un poco más a la vida, y cada día trato de aprender alguna cosa nueva. Ahora sé que si hoy me encuentro peor que ayer es que he elegido el camino equivocado y que caminar a oscuras es muy complicado.


Estuve un tiempo de viaje, visité unas tierras heladas y sólo allí valoré el hecho de tener un fuego que me arropara. De cualquier forma me alegré de sentir el frío en mi piel por un tiempo, y cuando estuve de vuelta, supe sonreír cada vez que notaba el calor de mi hogar en mi cuerpo.

En uno de mis primeros viajes me perdí a mí mismo, me dejé olvidado en algún lugar y tuve que volver a buscarme. Me busqué por todos los caminos sin lograr encontrarme. Me busqué apresurado como si el destino quisiera apresarme, pero de todas las almas que encontré ninguna resultó ser la mía, cuyo color ignoraba. Por fin un día decidí sentarme a descansar en una piedra junto al camino y vi al destino pasar de largo, no se giró al verme allí descansando, ni hizo ademán de agarrarme. Fue allí, sentado, tomando un poco de aliento y relajando los latidos de mi corazón exhausto, donde advertí un camino nuevo. Parecía ser algo oscuro y solitario, y por él no se veía a mucha gente, pero yo me quise acercar.

Allí tampoco encontré lo que tanto buscaba, pero el camino me pareció agradable, así que decidí seguir con mi búsqueda por allí, pensé que si mi alma se había escondido, quizás había elegido ese camino silencioso y acogedor. No sabía si era aquel el camino adecuado, pues sólo lo elegí por instinto, y tampoco parecía encontrarme en él, aunque a veces me pareció verme en los ojos de una niña, o de una madre, o incluso en el susurro del viento.

Te confieso, amigo, que a veces sentí mayor desesperación de la que jamás había imaginado, y que no fue fácil seguir caminando, que el frío caló en mis huesos y algunos días fueron largos y oscuros, pero aquellos tiempos también pasaron, igual que pasan el invierno y el otoño. Me apresuré tanto como supe a olvidar aquellos días amargos y por el contrario quise siempre recordar los días de sol y sonrisas, los días en los que paseé junto a alguien que quiso acompañarme un trecho o en los que disfruté con una buena canción o de un buen trozo de tarta que alguien quiso regalarme.

Nunca quise mirar atrás, puesto que sabía que no me encontraría allí, pues ya había estado en aquellos lugares y nadie me había visto. Siempre caminé con la cabeza alta y los ojos bien abiertos para no perderme la más pequeña pista que me pudiera ayudar a encontrarme.

En el camino encontré a mucha gente, todos con una historia que a veces desgranaban ante mí e incluso me ofrecían honestamente. Todos eran buenas personas, aunque algunos estaban ya muy cansados de caminar y ya no querían oír historias de almas de colores. A algunos les habían robado viejos caminantes y eran recelosos conmigo, cerraban sus ventanas y sus puertas al verme pasar, y no tenía la oportunidad de explicarles que yo sólo me buscaba a mí mismo.

Encontré a personas que caminaban en la dirección opuesta, y no pude hacer más que saludarlos al cruzarnos y desearles suerte. Otros andaban tan deprisa que apenas tuve tiempo de verles pasar, y apuesto a que ellos ni advirtieron que yo existía. Y algunos me ofrecieron agua cuando tenía sed, y yo hice lo propio con los que encontré sedientos.

Amé tanto como pude y como se me permitió, me enamoré miles de veces de todas las cosas que eran bellas, de mujeres y de hombres, de paisajes, de colores y de animales, y fui llamado loco el mismo número de veces. Procuré sonreír tanto como pude por cualquier cosa que me sirviera de excusa para hacerlo. Tropecé en cientos de ocasiones, a veces por apresurarme demasiado, casi todas por mi culpa, pero nunca una piedra hizo que deseara dejar de caminar, aunque a veces me vi obligado a parar a descansar y me hizo ser más cauteloso.

En el camino tuve que despedirme de muchos amigos, y comprendí que nadie podía caminar mi camino por siempre puesto que todos tenemos uno propio que debemos andar, pero me llevé su recuerdo guardado para siempre en mí.

Aún hoy sigo caminando por el mismo camino, en ocasiones tomé atajos y en otras me detuve varios días, a veces visité otros caminos durante algunos periodos o di grandes rodeos para volver al mismo lugar, pero todavía no he logrado encontrarme.

Lo cierto es, viejo amigo, que si ya dejaste de existir, o si yo no logro encontrarte antes de que mis días terminen y yo me tiña de oscuro para siempre, de mucho no ha de importar, pues de cada uno de los amigos que conocí, de las historias que escuché y del camino que anduve pude tejer un nuevo pedazo de infinidad de colores que sigue creciendo con cada nueva historia, y que me acompañará, si esta vez soy cuidadoso, el resto del camino.

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca 
debes rogar que el viaje sea largo, 
lleno de peripecias, lleno de experiencias [...]

Que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas. [...]

miércoles, 23 de enero de 2013

Historívoro



Necesito historias para vivir. Me he ido dado cuenta progresivamente, pero ahora ya es un hecho: sin historias me muero, porque la rutina es aburrida, la vida es aburrida, así que necesito historias para nutrirme y poder ser feliz. Creo que esa es la mayor razón por la que me gusta leer y soy un adicto al cine.

Pero ayer fui premiado con algo mejor, mucho mejor: la realidad, historias tan reales como la de las personas a las que veo cada día, pero mucho más antiguas. Me sentí como un crío al lado de una hoguera una noche de verano escuchando historias con la boca abierta.

Ayer pasé el día con mi abuelo, solemos pasar poco tiempo juntos, y no es la persona que más hable del mundo, sobre todo cuando hay mucha gente, se cansa, y es así desde que tengo memoria. Pero a solas, y por las mañanas, tiene más ganas de hablar, además como teníamos que esperar bastante tiempo, estoy seguro que le sabía mal que no habláramos. Tiene 87 años, por lo que tiene cientos de historias que contarme de vidas que ya nadie recuerda más que él, de personas que nacieron dos siglos atrás, historias mutadas por el tiempo que podrían ser ya leyendas.

Primero me contó la historia de su madre, una de la que yo sólo sabía trozos, la historia de una persona inmensa, una luchadora, se han escrito libros sobre ella, y aún conserva una calle en su pueblo llamada “calle de María Juana la alcaldesa”, os podéis imaginar por qué. Fue una mujer que por gracia del destino, y por un tío suyo al que le cayó en gracia pudo tener unos estudios que por aquel entonces sólo se podían permitir los señoritos. Estudió por decisión de otros para monja, pero a los 15 años, alta y esbelta como era, decidió que ella quería casarse y formar una familia, y vaya si lo hizo, tuvo hasta 13 hijos, aunque tuvo que ver morir a algunos enseguida. Dejar la escuela no hizo que dejara de leer, un talento preciado por aquel entonces, leía los periódicos en mitad de la calle para que todos, supieran leer o no, pudieran saber lo que estaba pasando.

Pronto se dio cuenta de que, pese a haber estudiado con gente de dinero, ella estaba muy lejos de su forma de pensar, y enseguida quiso utilizar su capacidad y sus conocimientos para cambiar las cosas. Formó parte del gobierno de su pueblo durante toda la guerra, llegando a ser alcaldesa en los últimos meses de la misma. Un cargo que nada tiene que ver con los de hoy en día, por aquel entonces era el de una persona íntegra, digna de ser la guía para los demás, que se preocupaba por todos. Podéis imaginaros: una mujer, alcaldesa, de izquierdas, y durante la guerra. No le salió gratis, estuvo 7 años en la cárcel, perdiéndose a sus hijos, su vida, y condenada a muerte, donde además recibió la noticia de que su marido había muerto, luego os contaré ese trozo.

No llegué a conocerla nunca, ya que murió antes de que yo naciera, pero estoy seguro de que para ella valió la pena, el trozo que me ha tocado heredar me dice que fue así, que salvó muchas vidas, dio de comer a muchos y fue un ejemplo para otros tantos. Curiosa es la historia de tres hermanos terratenientes – de los que mi abuelo aún recuerda los nombres – a los que fueron a buscar varias veces para sentenciarlos a muerte y nunca encontraron en casa, ya se encargaba ella de que siempre llegara antes un mensajero a caballo. Se durmió para siempre en el ‘82, con 87 años, probablemente ni se enteró, después de que la muerte intentara llevársela varias veces sin éxito al final su vejez venció a su espíritu.

Me contaba mi abuelo también la historia de su padre, una historia que yo desconocía por completo, y eso que conozco a mi abuelo desde que nací. Su padre era un hombre callado, que hablaba poco, menuda sorpresa… Pero lo que con más ahínco me contaba es cómo murió por culpa de ser un simple trabajador, nadie se quiso preocupar por su dolor de tripa, y acabó muriendo de risa. No médicamente, porque médicamente murió de apendicitis, pero estaréis de acuerdo conmigo que el hecho de que alguien muera por eso es tan ridículo que hace casi gracia. Era un hombre trabajador, sencillo y de ceño fruncido. Murió porque los señoritos a los que su mujer había salvado la vida en tantas ocasiones no dieron importancia al dolor de tripa de un trabajador, fue durante la guerra, en el ’39, hace más de tres vidas mías.

Me contaba también la historia de su hermano mayor, que nació en 1915 y que aún vive, tiene 97 años y está mejor que la mayoría de nosotros. Se reía al contarme que siempre se quejaba de que su madre hubiera tenido tantos hijos, y que luego él tuvo un porrón, 9 si no recuerdo mal, y que cuando se lo echó en cara bromeando, su única respuesta fue: “Chico, es que esta mujer mía es tan bonita…”. Eran otros tiempos, la gente era más feliz pese a que tenían menos motivos, y sin duda se quería más.

Historias de personas que nunca llegué a conocer, ni de lejos. La historia de cómo exiliaron a su madre y poco a poco todos se fueron viniendo hacia Cataluña o Valencia, la de cómo al pedirle la mano de su primera novia a su padre éste sólo le pidió un cigarrillo a cambio, la de las noches en la mili buscando “maquis” que sólo existían en la imaginación de los militares…

Me habla de tiempos pasados, una persona que hace 40 años tenía 47, hace 60, 27, que cuando yo nací ya estaba jubilado, que ha vivido una guerra civil, que ha visto al mundo cambiar para luego volver a cambiar, que vio surgir de la nada a máquinas que sacaban humo y que transportaban a personas para luego dedicarse a fabricarlas, que ha tenido que ver a gente hablar de igualdad recordando la muerte de su padre y el sufrimiento de su madre, que ha tenido que enterrar a la mayoría de sus hermanos, muchos menores que él, a la mayoría de sus amigos, e incluso a su mujer. Alguien que ha tenido una vida digna de recordar, y que cuando llegue su final, se llevará consigo cientos de historias, propias y ajenas, que ya sólo él recuerda.

Él es una de las personas de quien más me interesan las historias, cuando él ya no esté nadie podrá explicármelas tan detalladas como él lo hace. Las cosas no son porque sí, pienso que todo en la vida tiene una razón, y conociendo su historia, y la de sus padres, he conocido también la mía, cosas que él, y luego mis padres, me enseñaron y que a su vez sus padres le enseñaron a él: la importancia de ser una persona justa y con valores, y que sean tiempos de guerra o de paz, siempre te hacen falta, que no todo vale en la vida para conseguir lo que quieres, que formamos parte de un todo, que no se puede mirar hacia otro lado cuando alguien sufre, o pasa hambre, y que no importa lo buena, mala, justa, o injusta sea una persona, toda vida merece ser salvada porque siempre hay esperanza.

Me encanta oír historias, las suyas más, pero me encanta oír cualquier historia, ojalá pudiera preguntarle la suya a todo el mundo y me la contara con la tranquilidad que me contó algunas de las suyas mi abuelo, aprendería tanto, me reiría tanto, entendería tantas cosas… Os invito a preguntar sobre la historia de vuestras familias, averiguad tanto como podáis, y os reconoceréis a vosotros mismos en muchas de ellas, quizás os sirva incluso para entenderos más, y para responder a muchos “por qué”, es algo grandioso.

Y me pregunto si alguna vez seré merecedor de que alguien le cuente mis historias a su nieto con la admiración con la que mi abuelo me cuenta a mí la de sus padres.

Se aceptan historias, ya sabéis donde encontrarme.

Gabriel García Márquez (carta íntegra) - "He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse."

Según la RAUIW (Real academia de la Universidad Inventada de Wachintaun) historívoro es aquel que se alimenta de historias.

domingo, 13 de enero de 2013

Caminos, paisajes, y realidades paralelas


¿No os parece increíble que la vida pase ante nuestros ojos, que no se pueda volver atrás?

Dejadme usar una cita de una película que he visto recientemente, y que de paso os recomiendo – Las vidas posibles de Mr. Nobody- “¿Por qué el humo del cigarrillo nunca vuelve al cigarrillo? ¿Por qué una gota de tinta nunca se recompone? Porque el universo se mueve hacia un estado de disipación. Es el principio de la entropía. La tendencia del Universo de evolucionar hacia un estado de desorden creciente.”

Os invito a imaginar un poco durante el tiempo que paséis leyendo esta entrada, la cual, por si no lo sabíais a estas alturas, deberíais estar leyendo relajados, preferiblemente al final del día y con la máxima tranquilidad. Si la estás leyendo mientras comes en tus 15 minutos de descanso del trabajo, estás cometiendo un error, dicho queda.

Os invito a que os paréis un segundo y penséis en las 3 decisiones más importantes que hayáis tomado en vuestras vidas, o simplemente 3 de las más importantes, las primeras que se os ocurran servirán, y que entonces imaginéis por un segundo que hubierais tomado la decisión contraria, imaginad tan lejos como podáis.

Me uso de ejemplo: a los 16 años decidí dejar de estudiar, imaginemos que no hubiera sido así. Imaginar es gratis, no tiene límites, así que supongo que en este momento tendría otros amigos, quizás viviría en otro lugar, tendría un trabajo correspondiente con lo que hubiera estudiado, quizás hubiera conocido a una chica por el camino, y muchas de las cosas que he vivido no hubieran sucedido nunca, en definitiva yo no sería yo, sería otra persona, y mi vida sería distinta, y la de algunas personas cercanas a mí también. Quizás nunca hubiera leído a Zafón o a García Márquez, quizás nunca hubiera empezado este blog.

Y es que cada vez que tomamos una decisión, o que no lo hacemos, elegimos un camino y el otro (u otros) queda atrás, en una realidad paralela, o vete tú a saber. Me parece precioso que así sea, en definitiva hay muchas cosas que no controlamos de nuestras vidas, pero sin duda cada vez que tomamos una decisión nos encaminamos hacia un sitio u otro, y eso sólo depende de nosotros. Eso también significa una gran responsabilidad, por supuesto, y la necesidad de una gran reflexión para tomar el camino que verdaderamente queremos.

Un cambio, por pequeño que parezca, nos condiciona. Es vital ser conscientes de que tomamos una decisión, si dejas que sea el miedo el que decida por ti sin duda acabarás en un camino asustadizo. Esto puede sonar metafórico, pero en definitiva es sencillo: si escoges un camino en lugar de otro debido al miedo o cualquiera de sus variantes, te acomodarás, y si haces algo aunque te de miedo, te volverás más valiente, creo que en eso podemos estar todos de acuerdo.

Sabéis, yo he estado pensando estos días sobre mi camino, o caminos. En definitiva, por una serie de acontecimientos, ahora mismo tengo un camino nuevo en mi vida, con todo lo que ello conlleva. En general es positivo, ya que puedo elegir la dirección en la que ando, y quien quiero que me acompañe, pero también tiene pequeños problemas. Imaginando he podido vislumbrar algunos de mis futuros, en uno de ellos conseguía por fin ser Batman (sobra decir que es el que más me apetece), en otro iba a la universidad y estudiaba 3 carreras, en otro era padre soltero, en otro encontraba la forma de ayudar a los más necesitados eficientemente, en otro era un cotizado playboy (este es el que veo más factible, ciertamente1).

Una vez, alguien lo suficientemente importante para mí me dijo que debía escoger un camino y centrarme en él, en el momento pensé que tenía razón, sobre todo porque respeto mucho a esa persona, pero ahora creo que eso es un rollo. Lo cierto es que quiero ser Batman, y quiero ir a la universidad, y quiero ser padre soltero, y quiero ayudar a los más necesitados (lo de playboy lo dejaría como hobby únicamente), y quiero aprender todos los oficios, y conocer a alguien interesante cada día, y leer un libro que no haya leído, escuchar una poesía que nunca haya oído, encontrar una canción que no conocía, aprender todas las cosas posibles, crecer cada día…  ¿¡Os imagináis lo divertido que sería!? ¡Viajar! El mundo es demasiado bonito como para ver cada día el mismo cielo y los mismos paisajes.

No sé si esto será fruto de mi probable inmadurez, o de que soy un culo de mal asiento (soy consciente de ello), la verdad es que no tengo ni idea, pero por más que lo intento, no encuentro riqueza en hacer siempre lo mismo, en dejar de aprender, en escuchar las mismas canciones todos los días, o leer el mismo libro, aunque te encante. Dejar de crecer.

Ya sé que la realidad es la que es, y que en definitiva todos necesitamos un camino claro, y más en estos tiempos tan difíciles, pero como he dicho al principio, soñar es gratis, de momento. Yo he soñado mucho escribiendo estas líneas banales y me he divertido muchísimo, ojalá hayáis soñado un poco conmigo durante este rato. El mundo puede ser como vosotros queráis, si estáis dispuestos a pagar cualquier precio por ello.

Si me dejáis daros un consejo, y hacemos ver durante un segundo que yo sé algo sobre la vida: decidid vuestro camino pensando en vosotros mismos por encima de cualquier otra cosa, las personas van y vienen, mueren y nacen, pero en definitiva, vosotros sólo viviréis una vida, la vuestra, desde el principio hasta el final.

A. Einstein – Yo no tengo un talento especial, sólo soy apasionadamente curioso.

1 Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

A la derecha (-->) tienes las vías para saludarme, o seguirme, si te apetece, y si no, pues me acordaré de tu cara... durante un par de segundos.

martes, 8 de enero de 2013

Memento mori


¡Hola! Soy el tío este que antes escribía el blog este en el que decía cosas y tal, ¿os acordáis de mí? Pues ya está, ya he vuelto. Debo de pesar 20 kilos más que el de antes, pero más o menos soy el mismo. El mundo no se ha acabado, y eso que yo en una noche de alcoholismo quemé todos los calendarios del 2013 porque pensaba que no íbamos a llegar… Gracias por vuestras cartas preguntando si estaba bien y felicitándome el año, y al que me dejó la cabeza de caballo en la cama: la próxima vez deja un muslo o algo macho, que en casa somos muchos y ahí había poca carne.

¿Qué, qué tal habéis pasado las fiestas? Yo bien, gracias. Siento haber subido sólo una entrada estos días, pero ya sabéis, hay compromisos.

Sabéis, a lo largo de los años, sobre todo en los últimos en los que ya empiezo a salir de la adolescencia (sólo empiezo, aún me quedan 10 o 12 más), me he dado cuenta de que la gente se muere. Dice Eduard Punset que no está demostrado que vayamos a morir, y la verdad es que supongo que tiene razón, el otro día en una discusión con mi madre le argumenté usando esa misma frase y diciendo que yo conozco a más gente que no se ha muerto que a gente que sí se ha muerto, así que las estadísticas hablan por ellas mismas. Tendría millones de testigos que dirían en un juicio que nunca se han muerto, a ver cuántos habría que dijeran que sí se han muerto…

Dejando de lado el humor absurdo, las teorías, y a Punset, voy a revelaros un secreto: vamos a morir. Sé que es una revelación difícil de digerir, tomaos vuestro tiempo, pero es así, la única variable es cuándo. Morir forma parte del trato, lo sabemos desde el primer día, el problema es que no somos conscientes de que podría ser hoy. Pensamos que nos quedaremos dormidos un atardecer de verano en la terraza viendo a nuestros nietos corretear y ya no nos despertaremos nunca más, pero no funciona así.

He elaborado una teoría propia que básicamente se reduce a que la mayoría de la gente se muere en otoño y en invierno. No sé por qué, no sé si es por el frío que nos agarrota, o trae problemas de respiración o porque tenemos menos ganas o qué leches, pero es así, estas fiestas no he dejado de recibir noticias de ese tipo. Yo pienso que cuando llega el otoño empezamos un nuevo ciclo, al igual que los árboles pierden sus hojas, y que si no tenemos las fuerzas suficientes, no llegamos a ver la primavera siguiente.

El primer día del año un amigo quiso encontrarme para desahogarse un poco, por una serie de cosas que no vienen al caso, me contó la desesperación que sufría al haber perdido a alguien repentinamente, pensando que yo le entendería. Charlamos un largo rato y le expliqué lo único que podía explicarle para, quizás, ayudarle: mi visión de la vida.

Para mí la vida es una aventura, y todo forma parte de ella, incluso la muerte. Debatiendo sobre las cosas que vivimos le quise explicar que en la vida nos pasan cosas, y que no deberíamos verlas como algo “malo”. Por ejemplo: que de crío yo viví en muchos lugares distintos y eso me hizo aprender a ser independiente, o que en casa hemos sido siempre muchos y eso me ha enseñado a compartir. Para que se entienda: las cosas malas te pasan, y no puedes hacer nada, pero sí puedes aprovechar para que te sirva de algo más adelante.

Dejadme usar el caso irrisorio de moverme mucho de casa: por las razones que sea, mi madre tuvo que cambiar mucho de hogar cuando yo era un crío, y eso no me gustaba, cambiar de colegio, de amigos, y sufría mucho por ello, recuerdo que mi abuela me enseñó a rezar y pedía todas las noches poder unir a todos los amigos con los que había ido a clase en un solo colegio para no tener que despedirme de ninguno… Pero ahora agradezco que pude aprender algo de ello, ya que no estaba en mi mano evitarlo, al menos me sirvió para lo que os he contado antes. Y eso me lleva a preguntarme ¿realmente existen las malas experiencias? Yo pienso que hay cosas terribles, sí, que nos hacen sentir un dolor demasiado exagerado, pero la mayoría son simplemente “experiencias” de las que estamos invitados a aprender. Si no la habéis leído, llegados a este punto deberíais leer la entrada “Miedo”.

Todo en la vida te enseña algo, tú no decides la mayoría de las cosas que te pasan, y menos las malas, pero sí decides para qué te sirven. Puedes hundirte y patalear a tu Dios o a una vida injusta, o puedes hacer que eso te sirva para algo y entender que todo forma parte de la experiencia de vivir.

No me toméis por un frívolo. Yo no sé qué pasa cuando alguien muere, no sé a dónde va, y lloro igual que todo el mundo, o doy apoyo a los que lo necesitan, pero personalmente lo acepto como lo que es: la última etapa de la vida. Pero dentro de mí sé que lloro por mi pérdida, y por los que se quedan, lloro por puro egoísmo, porque del que se ha ido sólo nos quedan preguntas sin respuesta.

“Carpe diem”, y la serie de sucedáneos que le siguieron a partir de los 90 (creo que en gran parte a la película “El club de los poetas muertos”) han acabado convirtiéndose en frases vacías y excusas para hacer cualquier tontería por culpa de su mal uso y de la extrema repetición. En resumen: se pusieron de moda, pero creo fervientemente en el hecho de aprovechar cada día, vivir la vida, ser uno mismo siempre, y si a alguien no le gusta, ¿qué le vas a hacer?

Es lo que nos queda cuando alguien muere antes de lo previsto, que suele ser casi siempre. La mayoría de cosas perderían su importancia, incluso el miedo, si nos dijeran que vamos a morir mañana. Entonces ¿por qué no vivimos como si fuéramos a morir mañana? Yo intento vivir mi vida tan completamente como sé, vivir como si fuera mi último día, pero también como si fuese el primero.

Un abrazo immenso y todo mi calor a todos los que hayáis perdido a alguien recientemente, y toda la fuerza del mundo para seguir adelante una vez hayáis descansado, más fuertes que nunca.

Hoy os dejo una frase de mi abuelo, recordando un poco a Punset y al humor absurdo que me caracteriza, y que repite desde que tengo memoria, espero que perdonéis su humor, un tanto negro.

M. M. (Mi abuelo) – “Se está muriendo gente que no se había muerto nunca”.

P.D.: ¿Alguien tiene un calendario de 2013 de sobra?