viernes, 30 de noviembre de 2012

Ayer fue un gran día


ADVERTENCIA: Esta entrada no tiene ningún sentido sin Hoy ha sido un gran día, la entrada de ayer, si no lo has leído todavía, deberías hacerlo antes de continuar.

A todos los que me habéis amenazado de muerte por dejar la historia a medias ayer: Gracias, yo también os quiero un montón.


… nadie contesta. Me pregunto si la cartera se habrá confundido o si es que no hay nadie, ya sabía que podía pasar. Decido buscar algún sitio para sentarme, ya estoy mayor y los dos últimos días que he pasado en la cama por culpa del primer frío del invierno sumados al paseo que llevo ya de casi dos horas me empieza a pasar factura, necesito descansar un poco. Me siento en un banco en una calle muy ancha, me da la impresión de que estoy casi al borde del barrio, a un lado luz y anchuras, al otro; oscuridad y estrecheces. Escribo en mi pequeña libreta las cosas que no quiero que se me olviden, tengo aprendida la lección de no confiar en mi olvidadiza memoria. Escribo palabras sueltas, sensaciones que luego harán que no se me olvide nada. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que no tengo ni idea de dónde estoy, haciendo gala de mi gran sentido de la orientación, que es casi tan bueno como mi memoria, estoy más perdido que el carro de Manolo Escobar.

Me doy cuenta por primera vez de que estoy nervioso, cuando se me ocurrió la idea no parecía una locura tan grande como lo parece ahora, me he presentado en casa de alguien que ni siquiera sabe que existo, ¿qué se supone que le voy a decir? Me tranquiliza pensar que he venido con el corazón en la mano y que, si mi instinto no va totalmente equivocado, ella lo verá. Observo a la gente que pasa, docenas de personas, muy pocos jóvenes, alguien igual se pregunta qué hace alguien como yo ahí sentado. Me rio de mí mismo, y pienso “si no arriesgas por lo que quieres, no lo harás por nada”, creo que disfruto con el riesgo y no tengo miedo, me he ido tranquilizando. Pienso en preguntar a la gente sobre la situación del barrio, pero entiendo que no tengo el derecho, no soy periodista, por lo que sería sólo para saberlo yo, y no creo que merezca la pena molestar a nadie para eso.

Después de mi descanso me levanto y decido volver a la casa, ha pasado un rato y espero tener más suerte esta vez, ni siquiera pienso en la posibilidad de irme con las manos vacías, aunque ya las llevo bastante llenas. Veo decenas de tiendas, casi todas vacías y con carteles en idiomas que desconozco, mujeres con velos, hombres muy, muy mayores, portales con muchísima más historia que yo… Entiendo que pueda asustar a la gente, que cualquiera no podría pasear por allí sin sentirse incómodo, pero a mí no me afecta, aunque no sé la razón.

Llego otra vez al portal, pero esta vez pico a la puerta de al lado por la que acabado de ver entrar a alguien, al parecer el timbre no funciona pero aparece un hombre que hace ademán de entrar, mirándome un poco raro. Le pregunto por la persona que busco y me dice que sí, que es ahí, y le pregunta a su mujer por el piso exacto. Le doy las gracias y ambos se pierden en el piso, llamo de nuevo al mismo piso que la otra vez, pero esta vez responde alguien.

“¿Sí?”. Le explico que busco a Victòria y me confirma que es ella, le pido un poco de su tiempo y me lo ofrece, me hace subir las escaleras y entrar a su casa sin dudarlo. Me mira extrañada, y me pide disculpas por no reconocerme antes de que pueda explicarle que no nos habíamos visto jamás. Nos sentamos en una salita y no estoy nada nervioso, le explico quién soy y por qué he ido a visitarla, se sorprende y se ríe conmigo de mi aventura en el Raval. Acabo de llegar y ya se ofrece a prestarme dos novelas escritas por ella basadas en historias reales, me cuenta que la editorial ha quebrado, “Estos tiempos son así…”, así que no podría comprarlos aunque quisiera. La conversación pasa por muchos temas, le resumo algunos momentos de mi vida y ella me hace algunas preguntas y me cuenta experiencias, igual que si nos conociéramos de toda la vida. Es la bondad hecha mujer, no veo ni una muestra de recelo o de prejuicios en ella, comparte conmigo momentos importantes que ha vivido sin conocerme de nada, me explica trozos de su vida y le hago docenas de preguntas que tenía guardadas desde hace días, me las responde todas sin pensarlo, y eso que le he dejado claro que no soy nadie, ni escritor, ni periodista, ni nada. Me dice que ha sido una gran casualidad, porque nunca suele estar en casa a esas horas y nos reímos porque le digo que eso tiene que ser una señal de Dios, pero le explico que no soy creyente. Me dice algo que me marca cuando le pregunto si cree que se puede cambiar el mundo, se ríe y me dice “¡Claro que no! Pero podemos cambiar las vidas que tocamos.” Me explica la historia de una chica a la que persiguió por clubs nocturnos noche tras noche y a la que ayudó a dejar aquel mundo atrás, se la ve muy feliz mientras me cuenta que ahora esa chica tiene pareja y una niña preciosa.

Llegamos a un par de acuerdos, que os contaré más adelante, y acordamos mantenernos en contacto, me da su correo electrónico y me pide que le envíe un email enseguida para tener el mío. Al llegar le di la mano y al despedirnos nos damos dos besos, ya en la entrada me enseña los regalos de una de las personas a las que ha ayudado y nos decimos hasta luego con la promesa de volver a vernos y de estar en contacto.

Estoy agotado, pese a ello espero haberle causado una buena impresión. Me oriento y me la juego, cojo la calle ancha donde he estado antes y decido caminar hacia arriba, esperando ir en la dirección correcta. Me pongo en su situación y me doy cuenta de que debe de sentirse muy realizada, tantas entrevistas, tantos años intentando cambiar el mundo y creo haberle transmitido la idea de que ha sido gracias a ella que yo también quiero ayudar. Menudo día… pero me siento bien.

Me vuelvo a casa, aquí sopla mucho viento, parece que poco a poco se lleva viejos errores y trae nuevos aires. Por si el día no ha sido suficiente, hoy mi madre va a leer el blog por primera vez, y creo que eso me da más miedo que el Raval y mis locuras.

Oscar Wilde –  “A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida de concentra en un solo instante.”

¡Si has pasado por aquí y te apetece, salúdame, por la vía que quieras!

4 comentarios:

  1. Que artista Carlos.estaría bien saber Lo que piensa tu madre cuando Lo lea.
    Por otro lado,vaya trueno que tienes,aunque se hace agradable leerte como ya te e dicho alguna vez.y llámame creído,pero no me importaría leer algo acerca de tu experiencia e impresiones sobre la casa de amama y los que alli conociste.
    Un abrazo cibernetico

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  2. Ets un crack ! m'ha agradat molt espero qye segueixis escribint , aqui tens una seguidora mes.. :P tot i que ahir al llegir el post et vaig malrïr una estona per deixarme amb la ibtriga eh jiji apa cuidat maco!

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  3. Un gran desenlace, pero abierto!! >__<

    Aquí faltan datos y cosicas, me da a mí :P Así que mi amenaza de muerte (que de todos modos, creo que no hice) sigue en pié (y si no había, ahora la hay xDDD).

    Me ha gustado mucho leer tú día. Es más, me resulta curioso lo poco que necesitaste para vivirlo y lo mucho que hemos tardado algunos en leerlo. Tú en menos de 24hrs absorbiste todo eso, y los que te leemos hemos tardado, al menos, esas 24hrs xD

    En fin, un abrazo! A ver si nos vemos pronto ^^

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  4. Me alegro de que la encontraras, supongo que ya tendrás casi todos los cabos atados y que lo comentado sigue en pie xDDDD Que dia mas ajetreado tuviste pero lo mejor es que acabó bien :) no dejes de escribir, tienes algo que engancha ;)

    Kiss! Bruja.

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