Ésta es la historia de una mujer, pero
sobretodo de un hombre, que, al igual que todos, no pudieron dar esquinazo a la
sombra que los perseguía, la que siempre va un paso por detrás nuestro hasta el momento en que nos alcanza.
No fue pronto en su caso, les dio tiempo
a vivir una vida larga. Vivieron su amor y lo disfrutaron, y obtuvieron sus
frutos, criaron a sus hijos y, más tarde, a sus nietos. Y justo cuando ya
parecía que su cuento llegaba a su fin, cuando cualquiera hubiera esperado que
sólo quedaran días de melancolía y espera, de paz, la sombra les alcanzó.
Era un día cualquiera, como siempre sucede.
El hombre volvió a casa, se quitó su pesado abrigo y entró en la estancia donde
su mujer solía esperarlo para desayunar, la besó en la mejilla y hablaron sobre
cosas sin importancia. Ella giró su cabeza y sus miradas se cruzaron, durante
un segundo se miraron y él fue capaz de distinguir una sombra en su mirada. Durante
más de 50 años había visto esa mirada dulce y profunda, viva, que ya había
pasado a formar parte de él, pero ese día no era así, algo se había apagado,
brillaba menos, y algo le hizo sentirse más solo y más perdido que en toda su
vida.
Pasaban los días y pronto se hizo evidente
que algo iba mal, su mirada parecía perderse, vaciarse a cada instante que
pasaba, y cada vez tenía menos palabras, parecía encerrada en sí misma, en un
lugar muy lejos de allí. Visitaron a tantos médicos y sanadores como encontraron,
sin hallar nunca una solución. Una vez creyó haberlo conseguido cuando un viejo
médico que no encontró solución en la medicina le aconsejó que la ayudara a
recordar, que usara recuerdos felices de su pasado. Así que él recogía cada
mañana un cestito de flores de jazmín que le acercaba sonriente para que
recordara el olor familiar de su casa, de su juventud, y así fuera capaz de
recordar quien un día fue.
Durante unos días pensó que funcionaba,
aunque acabó por percatarse que había sido su deseo de que fuera cierto lo que
le había brindado un respiro de esperanza. Ella apenas decía una palabra, se
movía sólo lo necesario y la soledad envolvía al hombre sin piedad, debía resignarse
a verla así, ausente, lejana, un recipiente cada día más vacío, sin poder hacer
nada para ayudarla.
Aquella sombra que la desposeía de su
voluntad siguió creciendo en su interior y no había hombre en el mundo que
pudiera combatirla. Fue un día frío y oscuro cuando finalmente la venció y la
dejó vacía del todo, sin un alma que alimentara el cuerpo, como una muñeca de
trapo más. Y así la muerte reclamó su recipiente.
El hombre estaba ya agotado e impotente,
ardiente de ira y rabia por no haber podido salvarla, obligado a conformarse a
ver como se apagaba. No encontraba respuestas, no existían respuestas. El
tiempo y la edad le amainaron su furia, pero estaba tan cansado ya que sólo
volvió a hablar una vez, para gritarle a la sombra que ella no había vencido, sino
que él la había eludido durante largos años, y que había valido la pena, que
volvería a repetirlo si se le brindara la oportunidad.
Su luz empezó entonces a apagarse
también, lentamente. Había gastado todas sus fuerzas en salvar a su mujer, y ya
no le quedaba energía alguna, no tenía ya nada por hacer en este mundo, así que
pasó el resto de sus días siendo tan feliz como pudo, sólo con la mitad de su
alma.
Como si de un buen escritor se tratara, dedico este relato a toda la gente a la que le ha hecho sentir algo, a los que una sombra se llevó, y a los que una sombra se lo arrebató todo.
Y sobretodo a mi abuelo, que no creo que nunca llegue a leer esto, pero que me enseñó que hay cosas por las que merece la pena dar incluso tu alma pese a que sólo obtendrás vacío a cambio.
-Otra alma errante por los caminos sinuosos de Estigia, el sendero inevitablemente recorrido y que todos recorreremos en algun momento-
ResponderEliminarEs tan profundo que casi te llevaste un pedacito de mi alma, si la tuviera ;). Gran narrativa Charles.
Cabrón TT__TT
ResponderEliminarMe has hecho llorar! -.-U
No diré nada más respecto al tema...
Muy chulo..
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